Se ganó. Un gol agónico del “as de espadas” nos permitió escabullirnos por un rato de la desazón de la derrota. Sumamos de a tres frente a un rival que, si bien no jugó con todos los titulares, siempre nos resulta complicado.

Sin embargo, se repitieron los errores de siempre. Falta de firmeza en la defensa, un medio intermitente y una delantera casi acéfala, salvo por esas pinceladas que, esporádicamente, aporta el Rolfi. Claro está, también, que el planteo nuevamente fue timorato. Vélez dominó el partido con cierta precisión hasta que llegó el remate de Montenegro. Sin olvidarme de las salvadas de Assmann, que refuerza aun más, el viejo lema que pregona: “Zapatero a tus zapatos”. Lo digo por Pepé. No perdamos de vista su buena perfomance entrenando arqueros.

De qué sirve el triunfo. De poco, si tenemos en cuenta que Lanús ganó y encima le resta jugar un partido. Digo esto pensando que nuestro objetivo es clasificar a la Sudamericana y el “Granate” es el rival a alcanzar.

No es bueno ensalzar desmedidamente la victoria. No nos va a permitir ver con claridad el oscuro presente que atravesamos. Más si tenemos en cuenta que se viene River en el Monumental.

Todavía no pisamos tierra firme. Y si encima creemos que la primera isla que encontramos nos va salvar del naufragio, seguimos perdidos. Siempre con el temor a cuestas que significa no llegar a un destino estable o seguro.

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